
Esta sección está dedicada a los tres poemas finalistas que el jurado y el público eligieron como los ganadores del Slam Poético.
¡Gracias a todas y todos los participantes del evento! Por su coraje y por hacer de la poesía un lugar común en el que pudimos reconocernos.
Poemas finalistas
Primer lugar:
Tomas Traslaviña
Desde la ventana…
Desde la ventana,
los pájaros.
Ya no cantan.
Huyen.
Los perros, abajo,
no ladran:
aúllan.
En el cuarto,
los zapatos apilados.
Los trajes todavía sin cuerpo.
Alguien pregunta si falta mucho.
Las calles se vacían
sin apuro.
La cámara registra.
No lo que pasa,
sino lo que aún no.
En el auto,
nadie habla del destino.
Alguien enciende algo.
Lo pasan.
El olor flota
como si supiera adónde va.
El mar aparece sin aviso,
detrás de la misma puerta de siempre.
Llegamos.
Un bar
con baño sin espejo.
El suelo pegajoso.
Las luces no terminan de encenderse.
La música insiste.
Alguien canta mal.
En la mesa del fondo,
una mano toma otra
como si ya lo hubiera hecho antes.
En los baños,
otra mano toca otra
como si fuera la primera vez.
Un brindis suena.
Otro.
Una carcajada
se desarma.
La cámara sigue encendida.
No capta rostros.
Solo movimientos.
Sombras.
Puertas que se cierran.
Afuera,
alguien dice:
¿ya es mañana?
Nadie responde.
Un vaso cae.
Un grito suave.
El flash,
tarde.
Segundo lugar:
Milán Valencia
Padre mío
Padre mío
te fuiste
como se va un clavo que no ha sido martillado.
Te largaste sin puertas y sin pan,
sin más herencia que tu sombra
y ese vacío tuyo
Pero a la vez tan mío
que aún me aprieta la espalda cuando duermo.
Ay
Cómo pesa un padre que nunca existió.
Cómo arde su nombre
cuando lo escribo en la memoria
sin haberlo oído nunca.
Cómo suena su silencio
en los pasillos donde nunca caminó.
Yo,
con un corazón amontonado,
quise amar con las manos
Solo mis manos
aunque las tenía de cartón,
de hambre,
de plomo tibio.
Amé con torpeza
quise tanto que deshice.
Toqué tanto que rompí.
Callé por amor
y el silencio me respondió con gritos.
¡Ay del hombre que no aprende a querer!
¡Ay de mí que aprendí
solo!
Como aprende a llorar una piedra,
como perdona el alambre,
como el que se besa la frente
porque nadie más se la roza.
Me vi en el espejo
y era él.
Mi viejo.
Con la boca cerrada como un ataúd sin flores.
Con la culpa heredada en los dedos.
Con la indiferencia
que no sabe de ternuras
ni de sábanas bien dobladas.
Pero no.
No quise.
No quiero.
Me duele el hombre que habito,
porque jamás aprendí a ser el niño que merecía.
A veces me miro
y soy ruina con forma de cuerpo,
un poema que nadie terminó
Me abrazo sin saber,
como se abrazan los árboles que crecen en la sombra
Me sostengo con las manos llenas de ausencia,
me acaricio el llanto que no bajó nunca,
me digo en voz baja, casi rezando
No te vayas
aunque quieras quedarte en esa cama vieja
donde esperabas,
con los ojos abiertos,
a un padre que jamás volvió.
Y si mañana tengo un hijo,
no le daré mis huesos.
Le daré
mi voz.
Mi abrazo.
Mi temblor.
Le daré este poema
que aún no sé cómo se escribe,
pero sé que no hiere.
Tercer lugar:
Eidan Auz
Round 2
Todos los días me levanto con el mismo peso,
provocado por el golpe del nacimiento.
No quiero que me conozcan,
quiero que me reconozcan como un otro semejante,
sin mi apariencia, sin mis ostentaciones.
A veces quisiera arrancarme la identidad,
estar desprovisto de cualquier preconcepción.
Ser nadie.
No quiero ser alguien.
Mírame a los ojos:
quiero estar desnudo ante tus pupilas.
Estoy muerto,
y durante mucho tiempo no he podido hacer nada
para reavivar la llama de mi encuentro.
Soy un individuo
frente a una superestructura
que ha sistematizado todos sus procesos
y busca la libertad,
la equidad
y la democracia.
La vida impresa
me ha extirpado mi hojarasca vía cesárea,
para convertirla en una superestructura
que ha sistematizado todos sus procesos
y busca la libertad,
la equidad
y la democracia.
Y yo,
voy en contra de esa superestructura
que se apantalla de esos conceptos
para oprimir y privar de lo mismo a su propia gente.
Y la realidad es que se siente
vivir en status quo inamovible,
irremediable,
inmutable.
Y lo es.
¿Para qué les voy a mentir?
¿Para qué voy a dar un mensaje pacífico
en una sociedad repleta de odio?
Si la violencia ha sido avalada sistemáticamente
para oprimir al débil
y enaltecer al bronco.
No dar la mano, en términos humanos,
es similar a cometer un asesinato.
He perdido el sentido de todos mis agobios.
He notado que no he servido para nada en este trayecto,
si es que de trayecto se trata.
No creo que estoy en un pedestal,
sino que estoy con ustedes.
Y eso me salva.
Solo me he parado aquí
para invisibilizarme.
Pero me he propuesto algo:
si no voy a utilizar la tinta de mi esfero
para que se derrame en mi sangre,
no les voy a hacer perder su tiempo.
Estoy solo,
perdido,
inundado.
Pero cuando un extraño me regala una sonrisa,
el abismo se convierte en cumbre.
Ahí, todo vuelve a tener sentido por un segundo.
Que la comisura de sus labios amplifique su genuinidad,
hace de mi callejón, una plaza;
de mi ceguera, un vidente
con la habilidad de identificar una amplia gama de colores.
Y me aferro a ese segundo,
como quien sabe que el tiempo no es lineal,
que una fracción de ternura
puede reconfigurar siglos de desencuentro.
Es en lo ínfimo donde descubro lo esencial:
en la grieta, la luz;
en el gesto anónimo.
Tal vez mi misión no sea romper el mundo,
sino sostener con mi aliento
el pedazo que se ha quebrado
y, con eso, reconstruirnos.
Y si algún día desaparezco,
que no me busquen en estatuas ni archivos.
Búsquenme en el eco de una risa compartida,
en la ternura que se escurre entre los escombros,
en el temblor del otro que, como yo,
sólo quiere ser visto:
sin máscaras,
sin propiedad,
sin miedo.
Nos vemos en la 2da edición.
-nexo.